Los cambios regulatorios en Latinoamérica muestran dos cosas: por un lado, la naturaleza de la industria de continuar evolucionando y, por otro, la necesidad de contar con un regulador que pueda representar los intereses de la mejor forma posible.
Ya mirando hacia los últimos meses del año, es importante resaltar todos los logros y los avances de la industria latinoamericana del juego en este 2023. Sin lugar a dudas, Brasil ha sido el protagonista principal y lo seguirá siendo en los próximos años, tanto por su tamaño como por el interés de la industria.
Los primeros pasos realmente significativos para el gigante sudamericano se dieron a principios de 2022 y, luego de múltiples intentos para darle seguimiento a estos esfuerzos, llegaron de la mano de Lula da Silva a mediados de 2023.
Con una carga impositiva superior y con requisitos más complejos que los esperados, Brasil está en camino a ser el mercado más redituable para los operadores internacionales y en convertirse en un territorio fructífero para todo aquello que quiera capitalizar las oportunidades ofrecidas.
Este cambio será uno de los más esperados en la industria del juego y, probablemente, marque un antes y un después en las operaciones de todas las principales compañías.
Sin embargo, Brasil no es el único protagonista en esta historia de desarrollo continuo. Tanto Chile, Perú y Ecuador, entre otros, han compartido el escenario, aunque todos por distintas razones.
Los cambios son inevitables. Se los puede definir como buenos o malos —depende de las miradas personales— pero solo el paso del tiempo logra probar si algo fue útil o no.
Por parte del juego y las apuestas, es necesario contar con reguladores fuertes, que sepan explicar cómo funciona la industria y cuáles son las mejores formas en que cada país puede beneficiarse de ella.
No hace falta mucho más que irse hasta Ecuador, donde el presidente Guillermo Lasso firmó recientemente una medida que prohíbe la publicidad de las casas de apuestas, en una movida que claramente afecta al deporte y, consecuentemente, a la economía del mismo país.
Ecuador no es conocido como el país con el mejor marco regulatorio. De hecho, el Servicio de Rentas Internas (SRI) continuó cobrando el impuesto de valor agregado a plataformas que operaban online en el país, a pesar de que los juegos, por decisión popular, se habían prohibido.
A pesar de estas condiciones, la industria existe, cuenta con operadores locales e internacionales, y el interés está más latente que nunca.
La liga de fútbol local, LigaPro, cuenta con el patrocinio de bet593, mientras que la lotería nacional también es socia de la mayor competencia deportiva en el país.
Dejando de lado que los operadores buscan ganar exposición de marca y mostrarle a la sociedad que se trata de una industria seria, esta medida afecta directamente a la liga de fútbol, a muchos equipos de primera división y al deporte en general, porque los mismos beneficios no son percibidos gracias a las restricciones.
Hay formas y formas de regular la publicidad. Por ejemplo, se puede admitir no publicitar en el frente de las camisetas, o no permitir marketing tradicional, como exposición y presencia en los estadios. Hay muchas formas, y solo se trata de concentrarse en encontrar lo mejor posible para el país y para el mercado.
Aquí es donde vuelve a surgir la necesidad de contar con una entidad que represente los intereses de la industria de la mejor manera.
Cuando esta ley fue introducida en Ecuador, nada tenía que ver con la industria de las apuestas deportivas. Lo más sorprendente, a su vez, es ver a las apuestas en una lista de industrias tan perjudiciales como las de drogas ilícitas, industrias de entretenimiento para adultos y actividades que explotan a los menores.
Lasso, en su afán de proteger la voz de los periodistas, terminó silenciando la de una industria que le aporta a distintos sectores de su propia sociedad.
Ecuador, un mercado relativamente joven en comparación a otros países de la región, y específicamente a sus vecinos Colombia y Perú, se dirige hacia un camino peligroso y prohibitivo, uno que no beneficiará a nadie más que a los intereses propios de un sector limitado, como el de los políticos.
En países como Argentina o México, donde las industrias land-base cuentan con años de experiencia, una medida de este estilo llegaría a su fin poco después de ver la luz, simplemente por el hecho de que el sentido común muestra que no prevalecerían por contar con entes reguladores firmes y con una sociedad abierta al cambio y a la discusión.
En el caso de Ecuador, es muy pronto para introducir medidas que restringen a la industria, tales como la de Lasso, ya que solo sirven para frenar el crecimiento inevitable de la industria de las apuestas deportivas.
Ante estas problemáticas, no queda nada más que volver a cuestionarse de qué manera podría la industria en Ecuador encontrar una nueva forma de compartir su oferta y, además, si se hubiera llegado al mismo punto si previamente se contaba con un ente regulador firme para prever y evitar estas cuestiones.
Los últimos meses de 2023 y el comienzo de 2024 serán claves para ver de qué forma Ecuador transitará este período turbulento y, entonces, si puede aprovechar esta situación para revertirla y convertirla en una provechosa.