El dilema de la fase 4 en Perú

Perú, el quinto país con más casos de coronavirus en el mundo, sigue a la espera de la puesta en marcha de la fase 4 de reactivación económica, que comprende la reapertura de los casinos. La titular del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur), Rocío Barrios, sostuvo que el inicio de dicha fase podría ser en octubre, sin embargo, advirtió que “no hay nada definido aún”.

José Miguel Chueca Santa María, director de la consultora con sede en Lima JMC Gaming Consultants, analizó para SBC Noticias la situación del sector.

En Perú, como en casi todos los demás países del mundo, la reactivación económica se dividió en fases que agruparon diferentes actividades de acuerdo con el grado de riesgo de exposición y contagio al COVID-19 que involucran en su desenvolvimiento natural.

Entendiblemente, todas aquellas que se relacionan con actividades de entretenimiento fueron consideradas para el final. En nuestro país ese final es la fase 4.

Siendo que se trata de una emergencia sanitaria que nadie podía anticipar, salvo los novísimos y mediáticos expertos que han aparecido en redes sociales, en el último tiempo quedó claro que todos los plazos que podrían establecerse quedaban sujetos a un mejor o peor desempeño en el control de la expansión de la pandemia. Pero también era evidente que llegaría un momento donde esta contemplación se tendría que contraponer con la emergencia económica y laboral que emergería, producto del cese laboral casi total que afrontaríamos como país. Las reservas nacionales, cuantiosas, deberían ser usadas con prudencia y ecuanimidad en beneficio de todos los peruanos, sin distinción, ya que se trataba de establecer operaciones de apoyo y salvataje a las familias y empresas, en ese orden. Había que salvaguardar la existencia de los negocios que generan empleo y contribuyen con los impuestos que permitieron acumular las reservas que en este momento de crisis podrían mantenernos a flote.

No es la idea de este artículo analizar los aciertos y errores de las medidas sanitarias y económicas que el Supremo Gobierno implementó. No se trata de hacer un juicio del pasado ni una evaluación del presente, desde el punto de vista del Gobierno, sino de valorar la situación que vivimos aquellos que estamos comprendidos en la postergada fase 4.

El primer error es el perfil bajo que hemos mantenido a lo largo de los años, que es la conclusión a la que se llegó durante la serie de conferencias en el último Perú Gaming Show. No haber sido capaces de comunicar oportunamente a la comunidad y el mismo Gobierno nuestra realidad y contribución a la sociedad nos ha pasado la factura ahora. No digo que este hecho hubiera podido inclinar la balanza por sí solo, pero definitivamente hubiera podido ayudar. Hoy, en medio de la crisis, finalmente hemos podido actuar como parte de la industria turística y recibir el apoyo público de CANATUR. Se ha entendido que somos parte de este rubro, aportamos al erario nacional y generamos trabajo digno, y así se ha empezado a comunicar. Dentro de lo adverso de la situación, es un progreso.

Volviendo al escenario de pandemia, recibimos el primer revés, del que mucho se ha hablado, al ser excluidos del programa Reactiva Perú por estar considerados dentro de las actividades generadoras de “externalidades negativas”. Quien decidió tal exclusión no pensó que se trataba de un programa de salvataje y no de promoción de una actividad económica, donde se buscaba proteger las empresas y los puestos de trabajo. Fue una mala decisión que obligó a los empresarios a tomar una serie de medidas progresivamente, donde se han visto afectados tanto ellos mismos como sus colaboradores.

Hasta acá es la historia ampliamente conocida, sobre la cual vale solamente hacer un resumen para ubicarnos en el contexto actual.

Paulatinamente, se empiezan a reactivar los diferentes sectores económicos. El impacto en la realidad sanitaria que supondrá el inicio de la fase 1, afectará a la fecha de aprobación de la fase 2, y así sucesivamente. Es una verdad tácita que entendemos y aceptamos, sabiendo que no es posible seguir esperando a que la pandemia pase con ciertos negocios cerrados, empleos perdidos y una situación económica precaria y preocupante.

El punto de quiebre fue la autorización de los restaurantes. Tal como propusieron los empresarios, el delivery no fue suficiente y la atención presencial era necesaria. Con protocolos estrictos, aforo reducido y controles, se logró entrar en operación. Debieron ajustarse aspectos en el camino, con toda seguridad, pero se demostró la viabilidad y posibilidad de la operación.

Y con ellos abrieron algunos otros negocios, que sin pertenecer a ningún gremio ni obedecer a regulaciones específicas (como las casas de apuestas deportivas), lograron permisos municipales con la implementación del Plan de Prevención de Propagación del COVID-19 aplicable a TODA empresa en el país (“protocolo general”). Si se cumple o no, es materia de fiscalización municipal, no de este análisis.

Sobre lo que sí me corresponde pronunciarme y establecer una opinión es por qué los casinos y salas de máquinas tragamonedas no están atendiendo al público aún. Cualquiera podría pensar que hay un ensañamiento en esta negativa, en especial si consideramos el antecedente del Impuesto Selectivo al Consumo (ISC).

Pero prefiero decantarme por la falta de información sobre nuestro rubro y el temor evidente que el Poder ejecutivo muestra ante la apertura de actividades económicas que impliquen el flujo de gente. Y es que las acciones que se han ido tomando, como el confinamiento dominical, el toque de queda nocturno a pesar de que los locales están cerrados y no hay donde ir, etc., demuestran que existe un temor por la circulación de las personas. En cierta medida lo entiendo, cuando pienso en las estaciones de transporte público o los mercados populares donde el control es una recomendación en el mejor de los casos, convirtiéndose en una lejana ilusión la mayoría de las veces.

Sin embargo, no lo entiendo cuando pienso en locales donde se implementan, al pie de la letra, los controles sanitarios definidos en el protocolo general y en el protocolo específico de la actividad. ¿Cuánto transitar incesante de personas se ha visto en un restaurante? ¿Cuántos tumultos se han registrado en los centros comerciales? Que recuerde, los principales incidentes han sido en el aeropuerto (solamente un día, cuando se reiniciaron los vuelos nacionales), y al terminar el primer partido de fútbol del reinicio de la Liga 1. Por lo demás, cuando se trata de locales establecidos, regulados y controlados, no se ha registrado ni un solo incidente.

Creo, además, que el Gobierno no contempla algo fundamental de nuestra actividad, como consecuencia de los lineamientos del protocolo específico. La atención de alimentos y bebidas ha sido suspendida, por lo que el cliente no tiene razón para quitarse el cubre boca durante su estadía en el casino. Esto, a todas luces, convierte a nuestros locales en lugares mucho más seguros que un restaurante. Tenemos estaciones de hidratación, protocolos de ingreso y salida de clientes con medición de la temperatura y desinfección, ambientes ventilados, limpieza y desinfección de las máquinas tragamonedas cada vez que un cliente se levanta. ¿Alguna vez han visto que alguien limpie un cajero automático en un banco, a pesar de tener un cartel que indica que se limpia cada media hora? Yo nunca he visto que se limpie uno, he hecho el experimento social de pararme frente a los cajeros en días de semana y fines de semana (incluyendo domingos, antes del confinamiento) y nunca he visto que los limpien. Nuevamente, somos una oferta mucho más segura y confiable que varios de los que ya están atendiendo.

¿Por qué entonces no logramos que se nos autorice? Mi lectura es que además del temor indicado por el Gobierno, acompañado de la falsa creencia de que podemos estar encerrados y viviendo de bonos hasta que aparezca una vacuna, hay una desinformación total en muchos aspectos. Estamos muy lejos de un bar y una discoteca, pero en algunos estamentos (no muchos, menos mal), nos consideran a la par. Tal como pude comprobar hace un poco más de un año, muchas autoridades no conocen nuestro funcionamiento y piensan que el cliente se levanta permanentemente de las máquinas y camina por la sala. Esto no es así, y mucho menos lo será ahora con el aforo al 50 por ciento y sin alimento ni bebidas.

Para mí es claro que ya no hay una razón sanitaria que sustente esta demora, sino una decisión política sin mayores fundamentos. Es curioso, además, cómo por un lado SUNAT empieza a intentar cobrar impuestos de marzo y cargas sociales del mismo período y abril, cuando hace 6 (seis) meses que no recibimos un sol de ingresos, ni tenemos ningún apoyo del gobierno. Recibimos un mensaje errático; por un lado “págame” para lo que debemos trabajar, y por otro “no te dejo trabajar aún”. Esta paradoja resume en muchos sentidos la situación actual.

Nuestra industria hoy en día está preparada para atender al público. Los trabajadores y los empresarios quieren y necesitan volver al trabajo. Los casinos y tragamonedas, por restricciones regulatorias, de inversión, de características del negocio en sí, no se pueden “reinventar” sin quebrar ni pueden hacer “teletrabajo”. Habría que pensar en ello de una vez y darle luz verde a nuestra actividad, que evidentemente la merece y va a respetar las regulaciones que se apliquen, como siempre lo hemos hecho.