México: Regular el juego online será necesario para alcanzar las expectativas económicas

Andrea Avedillo y Alfredo Lazcano de Lazcano Sámano, S.C., firma de abogados expertos en Gaming, Fintech y Media, analizan la situación del juego online en México. ¿Puede el sector atenuar las pérdidas económicas por la emergencia del COVID-19?

A pesar de que el marco legal que regula a los juegos de azar en México sea arcaico —especialmente en cuestiones técnicas— el crecimiento que esta actividad ha denotado en los últimos tiempos, particularmente del juego online, es impresionante. El país ha logrado posicionarse como uno de los mercados latinoamericanos más atractivos en la actualidad. 

No obstante, desde un punto de vista regulatorio aún queda un largo camino por recorrer. De entrada, es necesario crear reglas claras que distingan las varias diferencias que existen entre una operación física y una operación online, ya que, aunque esta última se encuentra expresamente prevista por el Reglamento de la Ley Federal de Juegos y Sorteos –y en pleno auge como se puede apreciar de las decenas de sitios web que la Secretaría de Gobernación (“SEGOB”) ha autorizado en los últimos años- aún existen muchos malentendidos al respecto. El ejemplo más reciente es la iniciativa para reformar los artículos 2, 3 y 4 de la Ley Federal de Juegos y Sorteos, que presentó el Diputado del Grupo Parlamentario de Movimiento de Regeneración Nacional (“MORENA”), Emmanuel Reyes Carmona, el 10 de octubre de 2019.

En dicha iniciativa, el Diputado Reyes Carmona señala que “el impuesto (Impuesto Especial Sobre Producción y Servicios “IEPS”) se cobra para otras industrias como tabaco, refrescos, gasolina hoy en día con un 20 por ciento de impuesto para los casinos físicos pero no de los casinos online”. Sin embargo, el IEPS aplicable a la industria del juego es del 30 por ciento y los operadores de juego online también lo pagan. 

La iniciativa no fue aprobada por el Congreso, pero es la representación perfecta del desconocimiento generalizado en torno a la industria, y de los muchos paradigmas que todavía tenemos que romper en México. El juego con apuestas es una realidad innegable y una industria que, al igual que sucede en el resto del mundo, genera empleos, contribuye considerablemente al gasto público y cuyos riesgos pueden ser controlados y reducidos mediante una sana normatividad, la implementación de políticas públicas adecuadas, y recientemente, gracias al uso de las nuevas tecnologías. 

¿Cuánto tiempo pasará antes de conseguir el marco legal que México necesita para encontrarse a la par de jurisdicciones más maduras? Es difícil saberlo. Si bien hace unos meses el panorama podría haber sido alentador, al menos desde su intención y por las distintas iniciativas de reforma como la antes mencionada, hoy la situación es totalmente distinta. 

El mundo entero atraviesa una de sus peores crisis de salud. La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el pasado 11 de marzo como pandemia al brote de COVID-19. 

Parece que lo más preocupante del coronavirus no es necesariamente su letalidad, sino la facilidad con la que se puede contagiar y, por lo tanto, su capacidad de propagación. De ser un virus focalizado en la región de Wuhan, China, en menos de tres meses ya se había extendido a gran parte del globo. No contar con los medicamentos específicos para combatirlo, ni con la vacuna para evitarlo, ni con la capacidad hospitalaria necesaria, ha llevado a varios gobiernos a declarar estados de cuarentena a fin de evitar el contagio y lograr la contención de la enfermedad. 

Lo que comenzó siendo una crisis de salud, está rápidamente convirtiéndose en una crisis económica general, debido al cierre tanto de comercios que ofrecen bienes y servicios, como de distintas oficinas públicas, así como la suspensión de eventos masivos de toda índole. La industria del juego con apuestas no es la excepción. 

Siguiendo el ejemplo de epicentros del juego como es la ciudad de Las Vegas, Nevada, en México distintos gobiernos estatales, como el de Jalisco y el de Nuevo León, han decretado el cierre temporal de casinos, entre otros establecimientos. Dado que el paro de actividades no estaba previsto y no se tiene una fecha cierta de reapertura, las pérdidas económicas serán incuantificables. 

Contrario a lo que se pudiera pensar, el juego online no está totalmente exento a dicha crisis. Gran parte de las apuestas que se realizan vía internet están dirigidas a eventos deportivos que, por obvias razones, hoy están suspendidos. La única posibilidad actual es el juego de casino online. 

Ahora, si bien creemos que esta vertical de negocio es suficiente para mantener andando a la industria del juego, es posible que la misma sufra un daño muy difícil de reparar. De buena fuente, nos han confirmado que las apuestas deportivas online cayeron en México un 80 por ciento. Las demás modalidades de juego interactivo (casino, deportes virtuales y de fantasía, etc.) no han presentado un crecimiento relevante, al menos en estas primeras fases.

En ese sentido, ahora más que nunca será necesaria la unión de los miembros integrantes de la industria a fin de erigir desde adentro una agenda concreta, organizada y dirigida por líderes genuinamente comprometidos con el sector, para que, aunque parezca paradójico, realmente logremos sortear los retos que en los meses venideros tendremos que afrontar.

Es indispensable exigir al Gobierno de México que, para coadyuvar en la recuperación económica de todo el país, no deje de considerar a nuestro sector en el paquete de estímulos fiscales, financieros u otros que emita para contrarrestar las pérdidas de la crisis del COVID-19, a efecto de preservar este importante generador de empleos, impuestos e inversiones que benefician a cientos de miles de mexicanos.

La atención del mundo entero está centrada en proteger el bien más valioso de los seres humanos: la salud. Estamos en una situación crítica, en la que las medidas que el día de hoy tomemos para comprender la magnitud de la pandemia, protegernos, y salvar la mayor cantidad de vidas, marcará la diferencia en nuestra recuperación económica el día de mañana.